Por Julio Ramos García
La administración de Donald Trump dejó una huella compleja en la economía digital. Sus políticas fiscales y comerciales, el enfoque hacia la tecnología y las redes sociales, así como su relación contradictoria con Silicon Valley, revelan una paradoja en el enfoque estadounidense hacia la innovación y la tecnología. La era Trump nos dejó avances y desafíos, y aunque algunos aplauden la desregulación y los incentivos fiscales, otros señalan los riesgos de una economía digital moldeada bajo una visión parcial y de corto plazo.
El auge de las grandes tecnológicas, la reforma fiscal de 2017 fue uno de los movimientos más impactantes para la economía digital. Reducir la tasa impositiva corporativa de 35% a 21% inyectó una dosis de capital a gigantes como Amazon, Apple y Google, quienes aprovecharon la baja en impuestos para fortalecer su dominio global. Las tecnológicas ya no eran simples empresas, sino actores políticos y económicos con capacidad para influir en la opinión pública y en las decisiones de consumo a través de sus plataformas. Sin embargo, ¿quién realmente ganó con esta reforma? Las pequeñas y medianas empresas digitales apenas sintieron el impacto positivo, mientras que las grandes multinacionales se beneficiaron de manera desproporcionada.
Con la reversión de la neutralidad de la red en 2017, el gobierno de Trump permitió a los proveedores de servicios de internet (ISPs) manejar el acceso y la velocidad según sus intereses comerciales. La promesa era mayor libertad para la industria, pero en realidad, esta medida puso en desventaja a los nuevos emprendedores digitales, quienes dependían de un internet libre y abierto para competir contra los grandes. Con el cambio, las startups y pequeñas empresas enfrentaron el riesgo de no poder acceder a una infraestructura igualitaria, enfrentando barreras para la innovación y el crecimiento.
Las tensiones con China es nacionalismo digital y cadena de suministro; uno de los aspectos más discutidos fue la guerra comercial con China. Al imponer restricciones a empresas como Huawei y TikTok, Trump impulsó el llamado “nacionalismo digital”. Estas decisiones afectaron no solo la economía digital estadounidense, sino también la global, al fragmentar las cadenas de suministro y generar incertidumbre. La medida buscaba proteger a Estados Unidos de riesgos de ciberespionaje, pero también contribuyó a una mayor polarización digital entre países, en la que la colaboración y la interconexión global se vieron comprometidas. ¿Fue esta la mejor decisión para una economía digital que, por naturaleza, depende de la apertura y la cooperación?
¿Hacia dónde vamos en la economía digital?
Trump criticó abiertamente a las grandes tecnológicas, acusándolas de censura y sesgo político, lo que llevó a investigaciones antimonopolio contra Google y Facebook. Sin embargo, más allá de sus declaraciones, no se concretaron regulaciones sustanciales. La economía digital de hoy necesita un equilibrio entre innovación y regulación, y la administración Trump demostró que, aunque el libre mercado puede ser eficiente, también requiere controles para evitar concentraciones de poder que dañen a la competencia y al consumidor.
La economía digital en la era Trump avanza en un camino ambivalente. Por un lado, el impulso fiscal y la desregulación facilitaron un entorno de rápido crecimiento para las grandes tecnológicas. Por otro, el retroceso en neutralidad de la red y las políticas proteccionistas de corte digital cuestionan el modelo de una economía realmente abierta e inclusiva. Los próximos años serán cruciales para definir si esta era fue un paso hacia una economía digital sostenible o si, por el contrario, dejó un modelo con demasiados vacíos y desigualdades.